Con mi gran sentido del thumor
Escribo desde que tengo memoria y un día inventé el vocablo «Palabrarista«, intentando describir la pasión por hacer malabares con las palabras…
Ahora sé que esta especie de «ludopatía gramatical» marcó mi particular viaje por el difícil camino del cáncer.
Porque cuando hace cuatro años el oncólogo pronunció el vocablo maldito, el instinto me llevó a borrar de mi vocabulario la estresante palabra “lucha” que, ipso facto, parecía querer conducirme a una guerra en contra de un gran enemigo invisible. También borré el adjetivo «valiente» tan automáticamente asociado al cáncer porque siempre me he negado a que se etiquete a las personas como a un producto de supermercado, impidiéndoles SER, pero pareciendo que son. Y con o sin cáncer, no creo que sea valiente quien pasa por aquí de puntillas y sí quien se empapa de vida en toda su magnitud.
Tras sacudirme la estupefacción inicial, viví el cáncer con la necesaria intención de aprender cómo funciona el cuerpo, pero también quise conocerme por dentro para poder trascender un miedo insolente, obsesionado en paralizarme. Sólo haciéndome consciente pude comenzar a sanar mi cuerpo y mis emociones, eliminando malos hábitos y también rencores y dolores enquistados, después de atreverme a enfrentar aquel daño que dibujaron mis células.
El asunto de morir voy a dejarlo para el final
Tras esta salida de mi ALMA-rio, reconozco que no sé si ya tengo en el bolsillo mi billete de vuelta, pero como el asunto de morir voy a dejarlo para el final sigo disfrutando con mi gran sentido del thumor, para gritar ese día, desaliñada y exhausta, ¡vaya viajecito!
Además de hacerme escribir poesías místicas como una loca (Teresa de Jesús ha sido mi musa), creo que el cáncer también me ha vuelto radical porque ahora huyo de personas tóxicas como arma que carga el diablo.
Lo siento, pero ya no entro por el aro…
Porque me he vuelto intolerante al cotilleo y a las mentiras; a los enredos, la miseria de las envidias, las comparaciones y la competitividad; a las faltas de respeto y a la endogamia de los clanes que aniquilan al diferente y retroalimentan sus sombras transmitiéndoselas a las generaciones siguientes (¡y eso sí que es una metástasis!).
Y no todo ha sido del color de mi nombre. Pasé mi gran crisis y noche oscura del alma. Viajé para acallar ruidos buscando fuera lo que siempre estuvo dentro. Me enfrenté a la tremenda idea de mi propia muerte (un ejercicio devora-egos altamente recomendable, por cierto), hasta sentir la difícil pero liberadora conclusión de que no tendría mucha importancia: somos vasijas efímeras albergando inmortalidad o templos de materia orgánica, portadores de energía que no se destruye jamás.
Pero, por favor, sin equívocos: eso no significa que este «templo» que escribe ahora, no vaya a quemar sus naves viviendo y gozado la Vida como en su vida. Porque si antes vivía el presente, ahora he afinado los tiempos volviéndome una descarada gozadora del instante…
Muchas veces retrocedo y caigo en la dañina inercia de antes, pero mi Ave Fénix cada vez tiene menos paciencia y resurge de las cenizas con más rapidez, obligándome a volver a empezar, perdonándome «las vacaciones» y rompiendo el círculo vicioso. Creo que en este imán de dos polos, por fin soy adicta a la cúrcuma, a la risa, al jengibre, al espíritu, al lino, al sarcasmo, a la espelta, a la meditación, a las verduras de Ana y Mariví (“Las Thelma y Louise de La Mancha”), a la Mejor Salud de mi querida Pilar y al surrealismo que tanto se parece al realismo del sur porque Macondo no es un lugar y sí un estado del corazón…
La única que me interesa es la meta del éxtasis que supone la «Metáxtasis»
Rosa Peñasco
La única que me interesa es la meta del éxtasis que supone la «Metáxtasis». Y me declaro adicta al CO-Razón y a su mandato de «Levántate y Ama” porque, como su nombre indica, el CO-Razón es la única víscera que siempre lleva razón.
El CO-Razón es la única víscera que siempre lleva razón: co-RAZÓN
Rosa Peñasco
También le he pillado el punto al desap-EGO (ju-EGO que ya no dejo para lu-EGO), a la limpieza de mi cuerpo, de mi casa, de mis entornos y de mi alma y me deshago con facilidad, agradecimiento y amor, de objetos, compañías y emociones que nada aportan.
Estoy agradecida a mis ancestros y a su herencia sagrada, a mis errores y aciertos, a mis seres queridos y hasta a l@s que se empeñaron en ser mis enemig@s porque, siento con toda certeza, que el Universo no da puntá sin hilo y nos pone delante a las personas con las que necesitamos interactuar para crecer y vivir la experiencia que cada cual deba vivir en un momento de su Sagrada Existencia…
Aun teniendo el ángel de la guarda muy estresao (cuando me dieron la noticia dibujé un mural con esa frase para desahogarme), ¡AMO MI PECHO! Y Acepto a mi Ser Índigo con todo lo que significa…
Además de intentar eliminar -y reconozco que todavía me cuesta- los dañinos efectos de esos Rayos que llaman X (supongo que tendrán este nombre porque convierten la vida de quien los recibe en una incógnita), también intento cuidar lo invisible aprendiendo a practicar el sano ejercicio de poner límites que, dicho sea de paso, aunque cada vez menos sigue costándome mucho porque antes nunca me atreví a ponerlos. Pero el esfuerzo vale la pena: he descubierto que ya no busco que me quieran quienes nunca supieron querer, respetar y ni mucho menos aceptarme como la vida quiso que fuera. Y lo siento mucho, pero aun siendo cada vez más orgánica, ni soy el contenedor de basuras de otros, ni cubro carencias ajenas, ni bailo con envidiosos, ni me quedo vacía amamantando al mundo a cambio de una sonrisa, una caricia o un reconocimiento que nunca puede llegar de quienes son incapaces de reconocerse a sí mismos y creen que reconocer al otro, en vez de riqueza es debilidad.
Es un lujo sentir que ha valido y vale mucho la (no) pena de pasar por este mundo, en vez de creer que casi debía pedir perdón a algun@s por el simple hecho de reír, sentir, escribir, compartir y hasta existir: ¡Todo un juego de viv-IR! En otras palabras: «Me llamo Rosa, pero ya no dejo que me declinen más».
Hoy doy mil gracias a la vida por regalarme un gran aprendizaje, a través de un particular maestro llamado cáncer. Un Maestro que sigue conmigo y me obliga a seguir aprendiendo…
Ahora el calendario señala otro día contra el cáncer y vuelvo a felicitarme: primero porque me gusta la Astrología y me da risa gritar que soy acuario y no cáncer. Y segundo porque, gracias a mi profundo sentido del thumor, llevo cuatro años pasándomelo teta intentando dar el do de pecho. Rosa: ¡CUMPLEAÑOS y CUMPLEDAÑOS FELIZ!
© Rosa Peñasco (www.rosapeñasco.com)