NWA MI: África en el Camino de Santiago

No te equivoques…

«NWA MI», África en El Camino de Santiago, (Amazon 2023), no es una novela más sobre El Camino de Santiago…

«NWA MI», es un auténtico ejercicio de integración que conduce a la plenitud del ser. Porque en un mundo terriblemente fragmentado, «NWA MI» logra unir realidades aparentemente dispares como África y Europa, los caminos de Beth y los de El Camino, la Edad Media, el presente y el futuro, el mundo material y el espiritual, las flechas de El Camino y las de Elegguá, el afán de superación de una adolescente africana cargada de nada y llena de todo y el de una mujer que huyó del maltrato de un marido hasta encontrarse a sí misma.

Con realismo mágico y también un gran rigor histórico, “NWA MI” resalta la sororidad, valentía, honestidad, carisma, magia y resiliencia de sus protagonistas.

Porque tras escuchar el grito de ahora o nunca que la vida solo repite una vez, Ana y Beth, las protagonistas de la historia, serán todo, después de atreverse a ser nada, quizás porque, como Fénix, solo dejando de ser, se puede empezar a SER.

Portada diseñada por Lara Delia:

SINOPSIS:

Beth era una Menor Extranjera No Acompañada (MENA), cuando malherida y al borde de lo peor, pisó, sin saberlo, El Camino de Santiago. Era alrededor de media noche de un día cualquiera del mes de septiembre. No llevaba mochila ni equipaje y tampoco tenía DNI o pasaporte cuando llamó a la puerta del albergue «De oca en oca»…

Quizás porque estaba a punto de perder la consciencia y caer al suelo, Beth tampoco fue capaz de encontrar algo especial en aquel camino, de los miles que había recorrido desde que, siendo solo una niña, había huido de su aldea de la Meseta Yoruba, en el suroeste de Nigeria, para zafarse de la boda obligada con un hombre viejo que ni conocía y de la mutilación genital que, de generación en generación, sufrían todas las niñas por una insalvable tradición.

Llevaba años arriesgando su vida por innumerables lugares peligrosos de la tierra, viviendo en campos de refugiados, atravesando sabanas, selvas y desiertos, saltando una punzante valla de metal y cruzando un mar muy mentiroso porque decía llamarse “Estrecho” y le pareció demasiado ancho. En su recorrido infernal, Beth pidió ayuda a Elegguá, el Orisha o deidad que con su símbolo de flechas, es el dueño de los caminos en la religión yoruba.

Pero también en yoruba, repitió mil veces “NWA MI”. «NWA MI» y no looking for me o en busca de mí según otros idiomas. Porque “NWA MI”, a Beth le parecía una frase mágica y más del cielo que de la tierra, desde que con cinco años escuchó cómo la pronunció su madre, justo cuando dejó este mundo por unas fiebres y se volvió espíritu para ir a otras estrellas…



Cargada de nada pero llena de todo, la ya adolescente Beth por fin llegó a El Camino de Santiago, sin saber que salvaría la vida con las flechas amarillas del lugar, tal vez usadas por Elegguá y su también símbolo de flechas para conducirla hasta Ana. Y Ana, la dueña del albergue “De oca en oca” que muchos años atrás también huyó de un maltrato atroz y había dedicado su vida a una senda que conocía y amaba hasta la extenuación, no solo dedujo que aquella mujer-niña era la peregrina más auténtica de cuantos peregrinos ha visto a lo largo de medio siglo: viéndose reflejada en los ojos de Beth, no dudó en abrazarla como solo abrazan las madres a sus hijos cuando vuelven de una guerra…

Pero lo que ni en sueños pudieron imaginar aquella madre e hija, más peregrinas que la senda que las había unido para siempre, es que la energía ancestral de El Camino de Santiago también había imantado a Beth. Porque la milenaria ruta que continuamente pisaban personas de casi todos los continentes, jamás podría ser de verdad universal sin la cultura, el ritmo, la belleza y la grandeza de África.

Por suerte Beth, la primera peregrina africana en El Camino de Santiago, enriquecerá y completará la universalidad del famoso itinerario, con sus particulares huellas de espontaneidad, carisma, integración y cosmopolitismo y siempre al grito de “NWA MI”.